domingo, 27 de enero de 2013

Un paseo por La Mancha húmeda

Grullas comunes (Grus grus) sobrevolando Manjavacas.
    Frío, cencellá, grullas, bigotudos y plumas de avutarda... Un día solo, pero un día muy intenso  y acompañado de una persona muy especial que conocí en Vitoria. Amigo de mis amigos y anillador de enorme experiencia, Francisco Alberto, murcianico de pura cepa pero con ascendencia de Villarrobledo, me invitó hace poco (29-XII) a pasar el día con él de laguna en laguna, en el centro de La Mancha.
    ¿Cómo empezar pronto un día de pajareo sin antes tomar un chocolate caliente con churros? Después de un viajecico en autobús desde Albacete hasta Villarrobledo rondando los 6 o 7 grados DENTRO del autobús, nada mejor que comenzar la jornada con el dulce elixir de los dioses.
Gorrión moruno (Passer hispaniolensis).
La foto es de Fran, reñidle a él.
 Yo no conocía la zona y mi buen amigo Fran me enseñó unos paisajes, y disculpen, una vez más, mi entusiasmo, espectaculares. Amplias llanuras congeladas, encinas y pinos piñoneros inmensos, bosquecillos y más llanuras, y luego, las lagunas. La Mancha en estado puro. Una densa y somnolienta niebla lo cubría todo, y hasta pasado el mediodía, de algunos sitios no llegó a desaparecer. Quiero dar a entender que hacía fresquecico del bueno. 
    Fran quería llevarme de tour por las lagunas, así que empezamos por la de Manjavacas (Mota del Cuervo, Cuenca). Niebla, niebla y más niebla. En el entorno del observatorio, avefrías, lavanderas, trigueros, gorriones morunos y pardillos. Mientras esperábamos a que la niebla se disolviera un poco, a lo lejos, en medio de la laguna prácticamente, unas formas grises y redondeadas comenzaban a apreciarse. La niebla se disipaba, revelando la cencellá (fenómeno natural que consiste en la formación de cristales y plumas de hielo sobre la superficie de cualquier objeto en el campo) y las siluetas grises cobraban vida: era un enorme bando de grullas (Grus grus) y me dio la sensación de que por fin podría ver grullas como dios manda, es decir, desde cerca.
Grullas comunes (Grus grus)
El día comenzaba y el frío apretaba.
    Conforme pasaban los minutos, muchas grullas dejaban la laguna, en grupos pequeños, y al sobrevolar el observatorio, parecían, con sus trompeteos, saludarnos en vuelo.
    Decidimos esperar a que el día terminase de amanecer, mientras la niebla, a orillas de Manjavacas abrazaba a todas las aves que allí se encontraban. Aparte de la hierba y algunas otras plantas, sólo las aves eran los únicos seres vivos visibles por allí. Flamencos, ánades friso y real, cucharas, tarros blancos, cercetas, bisbitas alpinos y ánsares se dejaban ver al despejarse la neblina.
Macho de bigotudo (Panurus biarmicus)
   Fran me dijo que podríamos ver bigotudos (Panurus biarmicus) por la zona. Me hizo mucha ilusión, porque nunca había visto uno, pero antes de manifestarla, mi amigo me previno de que podría ser que no viéramos ninguno... El bigotudo es un pajarillo rechoncho que  vive en carrizales. Fuera de la época reproductiva, suelen desplazarse en grupos: esto y sus distintivos "bigotes" hacen que su identificación sea muy fácil. Hace unos años era una especie bastante escasa en nuestro territorio, pero desde hace poco tiempo se han ido descubriendo nuevos territorios de cría, incluidos aquí en La Mancha. A pesar de la advertencia de mi amigo, nos dirigimos al sitio y fue llegar y besar el santo. La pasarela de madera, crujiente bajo el hielo, soportó nuestro peso a través del extenso carrizal. Aquello parecía sacado de una película de terror: los carrizos cubiertos de cristales de hielo, la niebla y un aguilucho lagunero (Circus aeruginosus) sobrevolaba el lugar. Aguardamos en silencio unos segundos y allí llegaron los bigotudos. Primero una hembra, después un macho. Estuvieron unos minutos por ahí y después se fueron con la brisa. Vimos un grupo de escribanos palustres (Emberiza schoeniclus) posado en un taray que nos soreprendió bastante, pues uno de los machos que componían el bando llevaba un plumaje nupcial exageradamente inmaculado. Siempre lo recordaré como el Escribano Rebelde.
    La siguiente laguna en nuestro recorrido fue la de Alcahozo. Allí nos esperaban limícolas, tarros blancos,  azulones, chorlitejos y una enorme bandada de gaviotas sombrías... En el camino, una pequeña curruca rabilarga (Sylvia undata) o Dartford Warbler, como dije al verla, porque no me acordaba (¡lo juro!) del nombre en castellano... ¡si es que no tengo perdón! Negándose a volar del pequeño almendro donde jugueteaba como buen sílvido, conseguí una horrible foto borrosísima que me niego a publicar en este blog (al menos sirvió de testimonio). Una parada rápida y seguimos el camino.
Gaviotas sombrías (Larus fuscus)
    La siguiente laguna, la de Pedro Muñoz, rodeada de bosquetes de tarays enormes, nos esperaba al mediodía prácticamente, y la niebla había desaparecido ya por allí. Pudimos conseguir buenas vistas del lugar desde una colina cercana:
Laguna de Pedro Muñoz. Se aprecian flamencos, fochas, ánades reales y algún friso, tarros y cucharas.
    Eché de menos algún papel bueno para tomar apuntes del natural de las aves que había por allí, porque la estampa me gustó bastante: varios flamencos dispersos (uno de ellos rosado en extremo), tarros blancos, algunos con la cabeza bajo el ala, ánades frisos, fochas y más azulones, y un omnipresente aguilucho lagunero, pero no había tiempo que perder. La sorpresa: pudimos oir el canturreo de pájaros moscones y mosquiteros e incluso Fran oyó un reyezuelo listado. Yo iba empanado y no lo oí. Fue en la laguna de Pedro Muñoz donde mi amigo vio por primera vez un rascón, me contaba, en un hueco entre los tarays y los carrizos donde el agua se arremolinaba. Pasamos justo por delante del sitio en cuestión... Yo por si acaso miré con escasas esperanzas, sin embargo, me temo que el rascón me espera para otra ocasión (al menos lo he oído moneando por algún carrizal).
    Tantas lagunas y sobre todo sus nombres eran difíciles de recordar para mí, menos mal que Fran llevaba su cuaderno de campo a mano, y mientras él conducía yo escribía los nombres de las lagunas y lo que habíamos visto. Luego discutimos sobre la importancia de introducir determinados datos en el cuaderno de campo. Yo decía que en el cuaderno de campo, no sólo hay que apuntar los nombres de los animales vistos/oidos y el sitio, sino también descripciones de detalles como el comportamiento, número de individuos, momento del día e incluso tiempo atmosférico si fuese necesario (los dibujos son esenciales); pero Fran no estaba muy por la labor... Y qué casualidad que su cuaderno de campo estaba a punto de acabarse, así que acepté con agrado su sugerencia de completar con ornitodibujos las páginas restantes.
   Tras la de Pedro Muñoz, tocaba acercarse por la del Retamar, todavía en Ciudad Real, que estaba seca. En Alcázar de San Juan, nos pasamos por la de La Veguilla. La niebla volvió a cubrirnos, así que nos metimos en un observatorio bastante expuesto en el que morimos de frío, el viento polar nos tornaba las orejas de un color rosado nórdico. Un petirrojo picoteaba las hojillas de un arbusto cercano. La niebla se disipaba muy lentamente, pero nos dejó ver desde allí, cientos de puntos negros flotando en las aguas de plata: fochas, fochas y más fochas, acompañadas de cercetas, patos cuchara y azulones, malvasías e incluso un cormorán grande y una urraca que intentaban solearse en un taray seco que surgía en medio de la laguna. De vez en cuando, alguna cigüeña planeaba cerca y oimos el canto de los flamencos que se agrupaban como una gran nube rosa de marshmallow flotante.
No es un marshmallow, son muchos flamencos rosas.
    Y pensar que teníamos la intención de leer anillas (ay, ilusos de nosotros)... La niebla iba y venía y parecía que de repente hacía más frío que antes. Un aguilucho lagunero estuvo volando cerca para nosotros y de hecho pude sacarle algún retrato en vuelo, ¡gracias a Eolo que me lo mantuvo un rato luchando contra el ímpetu del viento!
Volando voy...
Volando vengo...
    Creo que nunca he visto tantos aguiluchos laguneros seguidos en una salida al campo. El de las fotos de arriba estuvo planeando sobre los carrizos, para luego alejarse hacia la zona donde estaban los flamencos. Desde el teles de Fran, observé una escena que se me quedó grabada en la retina como una obra de arte de la naturaleza. El aguilucho sobrevoló la laguna justo cuando llegaba una bandada de ánsares, un poco más allá de donde estaban los flamencos, que a su vez estaban rodeados de patos cuchara. Me dio una idea para hacer una pintura (si algún día encuentro tiempo de hacerla, todos la veremos publicada en este blog). La visita a La Veguilla no fue lo que esperábamos, entre la niebla y el frío, así que decidimos irnos. Un último paseo a otras lagunas pequeñas cercanas y cuando íbamos por la Laguna de las Yeguas, tres aves de pico largo y curvo y patas larguiruchas alzaron el vuelo desde un lado del camino. "¡H*S*IA! ¡MORITOS!" dijo Fran; "No son moritos... son zarapitos", dije yo. "¡¡H*S*IA!! ¡¡ZARAPITOS!!". Fue un momento de alegría. Una pena que los viéramos a contraluz y que volasen tan rápido.
   Llegando a una de las lagunas cerca de Villafranca de los Caballeros (Toledo), donde comimos una tortilla de patatas que había hecho la madre de Fran (buenísima, sí señor), decidimos ir a ver avutardas por los encinares de Munera (Albacete). Como podéis ver, estuvimos en las cuatro provincias manchegas. Por el camino, un macho de aguilucho pálido (Circus cyaneus) nos acompañó durante unos segundos por la carretera, y cuando nos dimos cuenta de que la rapaz pasaba justo por el lado izquierdo del coche, nos pusimos a perseguirlo para intentar alguna foto buena, sin éxito.
   No vimos ninguna avutarda, aviso, aunque los paisajes eran impresionantes e incluso vimos un enorme grupo de pinzones (juro que había un real) picoteando en un bancal.
Típico hábitat de la avutarda euroasiática (Otis tarda) en La Mancha. Encinares dispersos y grandes campos de labor.
Pura estepa humanizada.
    A pesar de la ausencia de avutardas, vimos muchísimas plumas, algunas tenían sangre en el cañón. Se lo conté a mi amigo Guille y me dijo que piensa que se pegan picotazos y se pelean. Lo cierto es que aquello parecía un campo de batalla. Bueno, tanto no...
    El día no podía haber salido mejor, aunque no viéramos ninguna avutarda. Era ya tarde, así que pensamos  varias teorías intentando explicar la misteriosa desaparición de las aves más pesadas de Iberia: las avutardas, por la noche, se entierran, se suben a los árboles o hay pastores pagados por la Junta que sacan las avutardas de los cortijos y por la tarde las guardan otra vez...
    Sé que aún me queda por poner la última entrada del Viaje al Norte, pero me temo que habrá que esperarse todavía unos días, ¡ea!

martes, 8 de enero de 2013

Viaje al Norte (II): Kantabrikoak hegaztiak

Traducción al castellano del título: "Aves cantábricas"


     Vaya, con el lío de las vacaciones, no me da tiempo a escribir sobre el viaje a Vitoria, que no sólo fue a Vitoria, como veréis. No contaré en esta entrada nada sobre el congreso en sí, sino sobre los pajareos por el Norte Ibérico con mis amigos. Como ya dije hace unas entradas, no soy bimbero. Pero ¡madre santa, nunca he bimbado tantísimas aves en un solo día!
Lavandera pía o enlutada (Motacilla alba yarrelii) en Vitoria.
Fotografía de Marta Romero Gil. ¡Gracias, Marta!
Lavandera pía o enlutada (M. alba yarrellii) en una vía del euskotren
de Vitoria. Fotografía de Marta Romero.
    Hoy hablaré de las industrias y andanzas pajareriles de cinco ornitolocos (Jana Marco, Alex Alamán, Julio Merayo, Guille Mayor y el que escribe) por tierras cántabras (7-XII). Nada más salir al frescor de Vitoria, un visitante de las Islas Británicas se paseaba por la acera, una lavandera pía (Motacilla alba yarrellii), con su negro dorso, caminaba tranquilamente cerca de los coches. No sé si sería esta misma lavandera, pero días después, el día de vuelta a casa, había una pía caminando distraídamente por el mismo sitio. De hecho, las fotos de la izquierda fueron hechas el día de vuelta por Marta Romero Gil. Menos mal que estaba ella, porque lo que menos me apetecía hacer en aquel momento era perseguir pajaritos pequeñ... bueno, eso es otra historia, volvamos a la difusión de información naturalística. 
    A la lavandera pía también se la llama enlutada, ya os podéis imaginar por qué. Es residente en Gran Bretaña e Irlanda, y en invierno no es raro verlas en algunos puntos de Iberia junto a la lavandera blanca. Porque sí, la enlutada es una subespecie de la blanca (apoyo esa teoría), así que la conté como medio bimbo.
Al fin y al cabo, el día no había hecho nada más que empezar...
    No recuerdo por qué el primer destino fue aquella ría, la de Santoña. Unos halcones peregrinos nos estuvieron sobrevolando, mientras el frío hacía hincapié y el txirimiri nos atacaba como podía. Algunos acentores revoloteaban de aquí para allá y una solitaria y algo depresiva gaviota reidora aguantaba como podía en unas rocas que sobresalían en la verdosa orilla del mirador de Escalante. Segundo bimbo: dos zarapitos trinadores (Numenius phaeopus) sobrevolaban el agua turbia emitiendo sonidos alegres de aquí para allá. En la orilla opuesta, un bando de ánsares comunes (Anser anser) pastaba tranquilo. Creo que este grupo de ánsares es el primero que veo en libertad. No ha sido el último. Cercanos a la otra orilla, hacia el horizonte plateado, algunas formas oscuras flotaban. De repente, alguien gritó: ¡NEGRÓN! Allí estaba, en efecto, una hembra de negrón común (Melanitta nigra). Estaba muy lejos pero incluso a través del telescopio pudimos distinguir su tenue plumaje invernal. La humedad y el viento aumentaban cada minuto que pasábamos en aquella ladera, así que decidimos continuar nuestro viaje hacia el interior de tierras cántabras.

    Había llegado a nuestros oídos la noticia de varios avistamientos de colimbo grande (Gavia immer) en Santoña. Limicolillas y espátulas, y la sorpresa, una barnacla carinegra (Branta bernicla) que moneaba por ahí, en las marismas. Muchas gaviotas, muchos observadores de aves en el observatorio, pero ni rastro de los colimbos, si bien alguno de los ornitólogos que andaban por allí habían visto alguno poco antes de que llegásemos. A mirar y a esperar. La espera valió la pena, porque al rato allí flotaba un colimbo, lejísimos. Luego vi otro  flotando bajo un puente, esta vez más cerca, y me pareció un ave enorme. Decidimos seguir hacia Santoña, al puerto, donde gaviotas sombrías, patiamarillas y algún gavión volaban por allí. Cormoranes grandes y moñudos se alternaban, y de vez en cuando algún zampullín nos miraba con sus ojos rojo sangre desde la superficie gris del agua. Un colimbo se dejó observar bastante rato.
Colimbo grande (Gavia immer)
    La lluvia se alternaba con rachas de viento fuertes en ocasiones y el sol no dejó verse prácticamente en ningún momento, y antes de que anocheciera, teníamos pensado llegar por lo menos hasta el Pantano del Ebro, así que ya podíamos darnos prisa. 
    Alex nos contó que podíamos pasar por Reinosa y ver algún mirlo acuático (Cinclus cinclus), pájaro al que le he tenido muchas ganas desde crío (lástima que en el Júcar no haya). En la provincia de Albacete lo he intentado ver en algún riachuelo de los sistemas montañosos del sur de la provincia, sin éxito. Así que fuimos directos para allá, donde puedo decir que fue llegar y besar el santo.
Mirlo acuático (Cinclus cinclus) en Reinosa (Cantabria).
Mirlo acuático (Cinclus cinclus). Feeling like a boat.
    El mirlo acuático es un ave que gusta de los arroyos rápidos de las montañas. En Iberia se distribuye principalmente por el norte; en el centro y sur, aparece solo en cadenas montañosas y ambientes bien conservados. En Sierra Nevada, por ejemplo, se ha detectado su presencia a más de 2000 m de altitud, posiblemente la mayor altura que alcanza en Europa. Asimismo existe una cita de reproducción cerca del nivel del mar en la provincia de Cádiz (Allen, 1972). Se alimenta debajo del agua, de insectos e invertebrados, de hecho, es capaz de aguantar bastante rato sumergido, entre 10 y 30 segundos. No sé por qué se llama ahora "mirlo-acuático europeo", cuando de toda la vida de dios ha sido mirlo acuático a secas, sin guión ni ná.
   Según Vaurie (1959), debo suponer que la subespecie que vimos nosotros es Cinclus cinclus pyrenaica, que habita Francia central, Pirineos occidentales y región cantábrica hasta Cantabria. La pyrenaica tiene cabeza y nuca más claras que las de otras zonas de Europa. Estuvimos un rato observándolo revolotear en aquel tramo del río, de una orilla a otra, haciendo la barca y buceando. Pero el hambre ya se notaba así que decidimos repostar y alimentarnos un poco... Próximo destino: Pantano del Ebro, con ánsares, ánsares y más ánsares...

Más en: 
· Viaje al Norte (I): Seo congresua